Siete años después del crimen que conmocionó a Viale, juzgan a Cristian Gutiérrez y Juan Almada. La Policía intenta localizar al ausente
Matías Olmos había estado la tarde y la noche del jueves 25 de febrero de 2010 junto a Cristian Gutiérrez, Juan Almada y otros jóvenes más, tomando alcohol y drogas en un kiosco de la ciudad de Viale. Esa noche asaltaban y asesinaban a Pablo Ledesma, un hombre que tenía una agencia de quiniela y junto a dos más manejaba un boliche en la localidad de Paraná Campaña. Un día y medio después, Olmos se convirtió en el testigo fundamental de la causa, al acusar a Almada y Gutiérrez como los autores del atraco, del que él, según dijo, actuó «de campana». Pasó el tiempo y no lo vieron más en Viale. A siete años y nueve meses del crimen, debía presentarse a declarar en el juicio que comenzó ayer y busca establecer si hubo responsabilidad de los dos imputados, pero faltó. Sin su declaración y las respuestas a las preguntas que tienen tanto la Fiscalía como los defensores, se complicará llegar a la verdad.
La primera jornada del debate arrancó con las declaraciones de los dos procesados, quienes relataron lo que hicieron aquella tarde y noche luego de salir de trabajar en una obra. Prácticamente lo que hacían todos los días: se habían juntado cinco o seis jóvenes en el kiosco a pasar la tarde hasta la medianoche, cuando el dueño cerraba. «Yo consumí una sola bolsa y como cuatro cervezas», contó Gutiérrez, y recordó que en un momento uno de ellos «fue a pedirle plata a Pichi», un hombre a quien él no conocía, ni sabía dónde vivía.
Cerca de las 22 llegó Matu Olmos, y un par de horas después «yo ya estaba en mi casa», dijo Gutiérrez. «Yo iba en mi moto, me ofrecí a llevarlo a Olmos, Almada iba al lado en mi bici». Después, en la esquina, él agarró para su casa y los otros siguieron para las suyas.
«Al día siguiente trabajé hasta el mediodía, y también ese día fuimos al kiosco con los mismos de siempre. Pero Olmos no apareció más. El sábado a la tarde me detuvieron, me llevaron a los golpes, me pedían el maletín y el celular, yo no sabía nada. Me hacían firmar cosas pegándome, a Almada también le pegaban, y le decían que íbamos a pagar por lo que hicimos».
Consultado sobre cómo se explica que Olmos lo haya incriminado en el homicidio, Gutiérrez dijo: «No entiendo. No lo vi más después de eso».
«Todos lo querían»
El primer testigo que declaró en el juicio fue el cuñado de Ledesma, Sergio Fabián Saavedra, director de la ESJA de Viale, quien fue docente de uno de los acusados. «Después de tantos años de sufrimiento quiero que se haga justicia, fue muy lamentable para toda la familia», dijo el hombre al inicio de su declaración. Recordó el día trágico: «Yo estaba trabajando en mi oficina, pasadas las 8 llegó mi señora que es maestra jardinera, desesperada, porque tenía que ir a la casa de Pichi porque le habían robado y golpeado. Llegamos y lo vi tirado en la habitación, le pregunté a un policía si estaba muerto y me dijo que sí».
«Me llamó la atención las manchas de sangre en el pasillo, y cuando me asomo lo veo boca abajo, con la cara hinchada y un desorden enorme en la casa. Entraba y salía mucha gente, no se preservó el lugar de un hecho tan aberrante, no eran todos policías», lamentó Saavedra.
Acerca de la vida de su cuñado, contó: «Él vivía solo. Cuando nació tuvo parálisis infantil, siempre quería llevarse bien con todos, no tenía enemigos, lo querían muchísimo, era una persona de bien, ayudaba a la gente. Mi señora lo ayudó muchísimo, desde chico lo llevaba a la escuela, cuando mi cuñado no podía cerrar los dedos lo tuvieron que operar y ella lo bañaba».
Acerca del tiempo previo al homicidio, el testigo recordó que a Ledesma «le iban a pedir dinero últimamente, me nombraba a Almada, a Olmos, iban otros más. A mí también en la escuela iban a pedirme plata. Él tenía miedo, iba mucho a la iglesia y llevaba botellas con agua para hacer bendecir y las tenía por toda la casa», dijo, y agregó: «A cualquiera que lo amenazaba le daba plata para no discutir».
En este sentido, refirió que la víctima tenía una discapacidad motriz en el brazo y la pierna derecha, por lo que no podía defenderse de una agresión.
Sobre Olmos, el docente contó que lo ha amenazado en varias oportunidades, y que cuando lo tenía de alumno en la escuela «era un muchacho agresivo, contestador, no le podía llamar la atención que me decía que me iba a rayar el auto».
Acerca de Almada, dijo: «Es un tipo jodido, de esos calculadores, no me inspira confianza».
El hombre rememoró también que tras el crimen en Viale «querían hacer una pueblada en la comisaría, la gente estaba muy enojada porque todos lo querían, no puedo entender cómo una persona buena, solidaria, pueda terminar de esa manera».
Por último, Saavedra contó cómo supo de la incidencia de Olmos en el hecho: «El comisario Franco me dijo que lo agarraron al Matute Olmos y dijo que eran Gutiérrez y Almada los que participaron en le hecho, que lo llevaron a la comisaría y ahí declaró».
Luego fue el turno de la declaración testimonial de Celeste Dearbe, quien tenía una relación amorosa con la víctima y fue la que lo encontró sin vida en la vivienda. Contó cómo Ledesma se manejaba con el dinero de la tómbola y del boliche, que lo guardaba en un cajón de un escritorio y sus deseos de comprar un terreno en la localidad.
El juicio continuará el lunes, con más testimoniales, a la espera de que la Policía logre ubicar a Olmos para llevarlo a declarar por la fuerza. El Tribunal está integrado por Elisa Zilli (presidenta), Elvio Garzón y Ricardo Bonazzola. La fiscal es Carolina Catagno y los defensores son Iván Vernengo (de Gutiérrez) y Fernanda Álvarez y Juan Lazaneo (de Almada).
El caso tuvo mucha repercusión, ya que conmocionó y movilizó a la localidad de Viale. Hubo vecinos que recordaron ayer que «hubo operadores de prensa financiados por la Policía de Entre Ríos que se encargaron de ensuciar el nombre y el honor de la víctima, con el fin de desviar la atención de un gravísimo hecho de inseguridad». Algunos recuerdan que en muchos patrulleros se escuchaban esas voces en alto volum
en. Tal vez hoy esos mismos cambien el discurso, pero no todos se olvidan.