Es la que dice lo que ya otros no pueden decir después del resultado de las PASO y la escalada del dólar. La que sigue atacando a Alberto Fernández y al kirchnerismo como lo hicieron el resto hasta el 11 de agosto. Elisa Carrió tiene un rol para jugar en la última etapa de la campaña de Juntos por el Cambio: será la que conduzca los principales ataques a los adversarios, al tiempo que Mauricio Macri se preserva para intentar aquietar las aguas del dólar y el riesgo país. Si bien en el Gobierno siempre se despegan de sus declaraciones y sostienen que «no se le escribe ningún guión», lo cierto es que le permitieron subirse al escenario en el Centro Cultural Kirchner y la aplaudieron a rabiar. También la sentaron muy cerca del presidente Macri en la asunción del nuevo ministro de Hacienda, Hernán Lacunza.

La división de roles para la nueva etapa de la campaña va quedando clara: Carrió será la encargada de continuar con la campaña negativa que hicieron todos los referentes de Juntos por el Cambio hasta las PASO (Macri, María Eugenia Vidal, Miguel Angel Pichetto). De ahí, que su discurso contra el kirchnerismo no varió e incluso recrudeció. Uno de los hombres del Presidente que se ocupa de contenerla dijo que la última vez que la vio, más que desanimada la vio encendida ante el nuevo desafío: «Está recargada después del stand up en el gabinete ampliado», comentó. En esa oportunidad, Carrió dijo que los iban a sacar «muertos de Olivos», y los funcionarios de todas las áreas de Gobierno la aplaudieron.

Nadie en Jefatura de Gabinete sueña con poder incorporar a la líder de la Coalición Cívica a una estrategia discursiva centralizada como suele tener el PRO. «Nadie le escribe ningún guión», explican. Lo que sucederá es simplemente que Carrió será Carrió. «Es lo que ella sabe hacer: atacar», indican. Es por eso que el lunes a la noche, en TN, Lilita continuó con las invectivas contra adversarios y propios: «Hay sectores del Gobierno que quieren debilitar al Presidente. Vamos a condenar a quien, a través de los diarios, comuniquen reuniones falsas y pretenda al mismo tiempo tambalear al Presidente», amenazó. El rol central de Carrió, queda claro, será cohesionar al núcleo duro del votante de Cambiemos.

La diferencia no es lo que hace Carrió, sino el contexto. «Mauricio ya no se puede ensuciar. Ahora tiene que ocuparse de ser presidente y estabilizar la economía. Por lo menos, este mes. Se va a concentrar en la gestión porque mientras más presidente sea, más chances tenemos que mejorar el resultado electoral en octubre», señalaban en la alianza oficialista. De allí que mientras Carrió insulta a Alberto Fernández, Macri lo llama para comentarle las últimas novedades del manejo económico.

A este esquema se suman los radicales y otros dirigentes con un rol más local: separar sus campañas de las de Macri y buscar mejorar los resultados en los distintos distritos. A esa estrategia de los correligionarios –que el titular de la UCR Alfredo Cornejo puso en marcha en Mendoza sin demora– se sumaron la gobernadora bonaerense, María Eugenia Vidal, y el jefe del gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Ambos tendrán campañas claramente diferenciadas de la nacional, en las que Macri ya no estará presente de forma mucho más evidente.

En el caso de Vidal, no se hace demasiadas esperanzas: lo hará para mantener un bloque parlamentario que le permita condicionar al gobierno de Axel Kicillof desde la oposición. Larreta, en cambio, apuesta a su reelección en la Ciudad, que surge como el último reducto en el que puede refugiarse el macrismo. Para eso también Larreta buscará el apoyo de Carrió, quien hace dos años obtuvo más del 50 por ciento de los votos en la Capital. El jefe del gobierno no escatimará recursos para intentar que no haya ballottage en territorio porteño. Si bien los 14 puntos de distancia que le sacó al candidato del Frente de Todos, Matías Lammens, deberían darle tranquilidad, se la quitan el contexto general de salida del PRO y la experiencia con Martín Lousteau en 2015, cuando estuvo a 3 puntos de perder la Ciudad. La peor pesadilla del macrismo sería terminar 2019 sin ningún gobierno.